RESEÑAS

Ciego de noche es un libro abierto al diálogo sobre la intimidad del ser y lo que constituye su psique




Óscar Leonardo Cruz Alvarado


  Paúl Benavides Vílchez, sociólogo, amigo entrañable y escritor es, quizás, uno de los poetas más representativos de la literatura costarricense actual. Sus amigos lo vemos a diario compartiendo en redes, escritos suyos o de otros (poemas profundos, cuentos o textos que invitan a la reflexión), además, artículos de opinión y pensamientos sobre nuestra Costa Rica, y la sociedad actual.  

  Ahora bien, su más reciente libro “Ciego de noche”, viene a sumar substancialmente al corpus de la poesía costarricense coetánea. Como yo no pretendo enaltecer la figura de un escritor que ha sabido abrirse campo y como sé que mis halagos no añadirán ni restarán absolutamente nada a su quehacer; pretendo, más bien, poner en la palestra este comentario sobre su última producción literaria, la cual comprende poemas suyos escritos desde el año 2016 y hasta la fecha.

  Desde el título de la obra “Ciego de noche”, Paúl nos convoca ante un simbolismo profuso, al fin de cuentas, ¿qué es estar ciegos de noche, sino una sinrazón o algo que, a ojos de cualquiera parecería un sinsentido? Si, cualquier mortal pensaría que, sin importar la condición física de cualquier ente, la ceguera noctámbula adquiriría, en sí misma, una dimensión de insignificancia, de vacío, o minucia. Sin embargo, ahora me viene a la mente la palabra nictalopía, la cual implica que una persona tenga dificultad para ver de noche o en ambientes poco iluminados. Por un lado, quienes la padecen no es que sean completamente ciegos, sino que, por alguna razón, su visión no es buena cuando hay poca luz al poseer cierta dificultad para enfocar. Quizá por ahí vaya este asunto de su poemario, por el estudio de esa capacidad de “enfocar” o de “enfocarnos”.  Incluso, si volteamos nuestra mirada hacia la portada, ya podemos ir deduciendo un poco este juego. En lo personal, me gusta que ese juego entre escritor-lector inicie desde antes del texto.

  Veamos. Este libro fragmentado se secciona en cuatro partes a saber: Atávicos, NOCTÍVAGOS, Erráticos y SOLITARIOS.

  Si analizamos la sección «Atávicos», desde el Poema 1.- encontramos una invitación directa a los diversos tópicos que se abordarán a lo largo de todo el poemario: el recuerdo de la casa, los fantasmas que anidan en nuestra mente, la patria, los perros idos, la adolescencia, la evocación a las abuelas, los años pasados, lo que se detesta y, en contraparte, lo que se añora o atesora. No es coincidencia que «Atávicos» sea una remembranza constante al pasado, es decir, una vuelta de hoja invariable al ayer que constituye personalidad e identidad en el ser; sobre todo en ese individuo que figura como un vaso de cristal dispuesto a llenarse del todo.

  Por ahí nos topamos versos que retratan muy bien este decir, por ejemplo, en el Poema 2.-: “Queda / la vida infame, /la que arde, la que nos quita lo más sagrado,” /. El Poema 3.- Se presenta, a su vez, como una reflexión honda sobre la vida, meditación que toma como base la partida del amigo, de aquel ser que compartió parte de su tiempo con el nuestro, pero cuya luminosidad padeció la fugacidad inevitable de la vida; en palabras de Benavides: “Él no supo que su muerte es la mía”.

  Este poemario nos traslada, incluso, a los actos cívicos de la niñez costarricense que todos recordamos: “La patria antigua donde solíamos saludar al sol/y a la bandera”. Pero, ¿cuál es el propósito de Benavides al señalarnos, asiduamente, nuestro pasado o el tiempo invertido en el ayer? Supongo que su alusión es al recuerdo de nuestra propia historia, ya que esta es, irremediablemente, portadora de identidad, de esencia y de nuestra ancestralidad. En ese sentido Theophrastus señala que el tiempo es la cosa más valiosa que una persona puede gastar. A título personal, me hechizó el Poema 12.- de este apartado, tal vez por la profundidad, el simbolismo que representa como conjunto o, quizá, por la manera en que se nos presenta esa casa, casa vacía y similar a la del Asterión borgiano.

  Por otro lado, el apartado que lleva por nombre «Noctívagos», inicia con el Poema 18.-. Según mi óptica, este poema sostiene la obra en sí misma (aunque bien me indique el autor que el libro es fragmentado y que no guarda tanta relación entre sí), para mí, este poema justifica el título del poemario de manera global. Copio algunos versos: “Ciego de noche, soy lo que soy:/ un ojo limpio sobre la marea/ un niño entristecido sin razones, /el desequilibrio, el peso muerto del recuerdo y tu abandono./. Me llama poderosamente la atención este verso: “Ciego de noche, veo lo que no veo.”, pues le encuentro una tremenda fuerza discursiva, ya que, como dije desde un inicio, este verso vendría a romper el absurdo. Paúl, entonces, nos invita al desarrollo de lo extrasensorial y es ahí donde se justifica eso de estar ciegos de noche, sí, y es que, en medio esa penumbra noctámbula anida la composición, el instinto, la reflexión y, ante todo, el éter.

  Constantemente, nos topamos referencias a escritores como Pessoa, Kafka, Paul Celan, Machado, Tolstoi; pienso que, de manera acertada, estos intertextos son retratados dentro de la temática o ella misma los evoca como eternos crucifijos, sí, son la prueba fehaciente de ese ensimismamiento que se pregona en la obra y que bien señala Damaris Fernández en el prólogo.

  En «Noctívagos», el tiempo, la herida, el mar con su eterno vaivén y, por supuesto, la memoria que en la noche activa su potencial cuasi demoniaco o cuasi celestial, en palabras de Paúl: “La memoria es un ladrido, / un latigazo, un perro rabioso, / el ronroneo del gato/ antes del zarpazo”. Esa noche, retratada en «Noctívagos» se nos vuelve nuestra, es cómplice irremediable del escritor, incluso del no artista pero humano sobreviviente, de la madre o del niño, del viejo que fuma el tabaco de la reminiscencia o la abuela que se dobla entre el requiebre de sus pieles.

  Por su parte, «Erráticos» inicia con versos fuertes que nos hacen pensar en la fugacidad de la vida, del tiempo y de lo que sería nuestro propio recuerdo en la vida de los demás, es decir, lo que posiblemente significamos para los cercanos, o ante los ojos ajenos. “Uno se va, se muere como un pino/, como un ciprés con alas/. Cambia de lugar, de hijos, / de casa, de mañana”. Este apartado del libro esconde bellas imágenes como “Mi gato es un tigre mientras sueña”. Se abordan temas como la cotidianidad, las creencias, la partida, la luminosidad a través de la ventana; como si el ser fuese un eterno voyerista de los tiempos.

  Para finalizar, la sección «Solitarios», nos sirve un trago entre la abrumadora soledad y el desamor, en varias de sus facetas. “El amor, ¡qué cosa tan breve!”. Son frecuentes las localidades abandonadas como perros hambrientos que deambulan en nuestra mente. Estos últimos versos están plagados de nostalgia, de remembranzas y olvidos intencionales o necesarios.

  En síntesis, la poesía de Paúl, en este libro, se nos presenta como una especie de mosaico el cual, a través de los años y experiencia de nuestro autor, lo ha ido capturando/fotografiando todo. Su ojo funge cual centinela divino y nos seduce al quehacer, a la reflexión honda, al humanismo y a nuestra propia intimidad.  

En lo personal, brindo por este trago que nos sirve la poesía para este 2023. Brindo por la poesía fresca de Paúl Benavides Vílchez, sociólogo, escritor y amigo entrañable. Y, además, nos deseo, a nosotros, sus lectores, muchos más años de este buen vino que él sirve. ¡Salud!

 

Paúl Benavides Vílchez

(1966, Heredia, Costa Rica). Poeta, sociólogo, asesor parlamentario y profesor en la Universidad Nacional de Costa Rica. En poesía ha publicado Duelos Desiguales (EUNED, 2011), Oficio de Ciegos (2014, Arboleda Editores) y Apuntes para un Náufrago (2017, Editorial Letra Maya), así como artículos académicos y publicaciones sobre Cultura, Política y Sociedad en diversas revistas nacionales e internacionales. Además, fue premio Nacional Aquileo Echeverría en novela (2021).


Óscar Leonardo Cruz Alvarado.

Es narrador, poeta, docente y gestor cultural. Además, es presidente y coordinador del Colectivo Cultural Birlocha y de la Birlocha Literaria, ambas de Orotina 

 



Reseña de Alma y el camino del despertar de Verónica Romero



Por José Luis Ortiz Güell

Esta novela , el segundo libro de la gran artista y cantante Verónica Romero, demuestra que en el campo de la literatura es igual de genial que en la música y que más allá puede transformar y ha transformado la vida de muchas  personas con la historia de Alma en un viaje mágico que ofrece respuestas a las grandes preguntas que nos formulamos sobre la vida, y elabora una guía práctica que ayuda al lector a crear, fuerza, felicidad y paz interior.

Aquí encontramos las claves inolvidables para comprender qué es lo más importante, y para empujarnos a una vida de la que poder sentirnos orgullosos para siempre.

Una novela que nos desafía a cuestionar nuestra forma de vida y a buscar la verdadera esencia de la vida que se encamina hacia un despertar espiritual.

Esta obra supone un soplo de aire fresco, motivadora y evocadora que nos deja una agradable sensación y reflexionando sobre aquello que podemos mejorar en nuestra vida.

Una fábula moderna que combina magistralmente la sabiduría espiritual y el cuento mágico, en el que todos los personajes tienen un carisma especial y los humaniza como pueden ser el bosque, los árboles, pájaros o piedras.

No falta, por supuesto, el hada madrina tradicional en la literatura de los cuentos clásicos. Una historia que contiene lecciones de vida profundas y significativas que desafían al lector a examinar nuestra propia vida.

Esas lecciones se hacen a través de metáforas e imágenes dentro de la historia principal, cubren temas como la importancia de los sueños, el valor de la simplicidad, el respeto por el tiempo, el autoconocimiento, y el equilibrio entre el ser y el hacer. Cada capítulo nos revela una nueva lección, desde aprender a liberar el pasado y vivir plenamente el presente, hasta la importancia de perseguir los propios sueños y vivir la esperanza.

Está estructurada en 27 capítulos que facilita la absorción de su mensaje y cada uno tiene un mensaje a modo de lección de vida hacia el camino de la felicidad desde el amor y la sanación.

Cada capítulo se cierra con un resumen esquemático de las enseñanzas más importantes del capítulo y con citas realmente valiosas.

Esta novela y Verónica Romero es una muestra que las palabras son maravillosas cuando se utilizan tan bien, como es este caso, siendo claras, precisas e imparciales.

El lenguaje es sencillamente evocador con metáforas claras y memorables y las lecciones que nos aporta son prácticas, reales y aplicables.

Verónica Romero tiene un talento especial para destilar ideas complejas en una lectura deliciosa e inspiradora.

Una lectura poderosa e inspiradora que desafía las convenciones sociales y que nos anima a ser felices y a buscar el equilibrio más allá del ego que nos esclaviza y nos ata.

Te animo a bañarte en ese maravilloso mundo mágico , sumergirte en sus palabras y a emprender tu propio camino hacia el despertar.

Para terminar qué mejor que utilizar las propias palabras de la autora: «la sabiduría del agua reside en ti. Sé el canal del amor universal de ese río de luz»




Reseña del libro “Tormentas del corazón” de Ana Cecilia Chavez.


Por José Luis Ortiz Güell.



 

La última obra de la poeta Ana Cecilia Chávez, sale a la luz bajo el título “Tormentas del corazón” y quizás para comenzar a hablar del mismo tendría que empezar que hay algunos poemarios en los que el lector los lee con ese gusto dulce que produce una cucharada de miel en la boca y este es uno de ellos.

Porque no siempre la poesía es amor, ni pasión y habla de desvelos y dolor y esa es la buena poesía como es el poemario “Tormentas del corazón”.

Sus versos y palabras nos deslizan por diferentes resquicios y todos ellos nos conducen a la esperanza, pues en ocasiones es parte de la tristeza y hemos de pensar que para alcanzar la paz ha sido, en ocasiones, que haya existido la guerra.

Este poemario transita en el camino de la contradicción humana y esa es nuestra verdad, en ocasiones simple y directa, pero dura y sin artificios. Un poemario en el que, con verso libre, sin cultismos, ni ambages nos recuerda que para ver la luz se precisa la oscuridad y que a través de ella se pueden mostrar mundos mágicos.

Esa magia, que, si bien no es la protagonista, es en la sobra el conductor de esta obra y que recorre diversos caminos desde las soledades y la mayor y descontroladas pasiones.

Es un camino a la esperanza, que no es otra cosa que la capacidad de las personas de amar al mundo, aunque este en ocasiones sea sórdido, pues sólo al obstinado se le ofrece la luz de la mañana.  Pues para vivir precisamos del apoyo de la poesía, de la música y de la imagen, que tan bien sabe combinar esta poeta.

Este apoyo se encuentra muchas veces en una mano tendida, un beso o un libro, como es este el caso que estamos tratando.

Esta obra nos deja muchos versos para recordar que nos muestra la verdadera esencia del ser humano desde lo terrible hasta lo más bello y valiente. Nos quiere enseñar, pero alejarse de los adoctrinamientos y esa es parte de su magia.

Esta obra nos descubre que la verdadera esperanza del ser humano está en dejar un legado personal en esta vida para mantener viva la fe de esta especie que levanta muros e inventa guerras para dividirnos y matarnos pero que puede traer vida con la pasión y el amor.

Un camino que habla de lo que fuimos, somos y seremos desde una sensual desnudez y en un maravilloso laberinto de erotismo. Quizás para terminar esta reseña, que me ha encantado hacerla, lo haga con las palabras de su autora:

“Si te dijera ven, no tengas más miedo y comparte conmigo la gloria….”


El esfuerzo del copista


José Mª Cotarelo Asturias


Hace breves días se presentó en la Biblioteca de Andalucía de Granada el poemario El esfuerzo del copista (Ediciones Hiperión). El autor estuvo acompañado por el profesor de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura, José Ignacio Fernández Dougnac que desgranó varios poemas del libro y dijo que “de algún modo todos somos copistas de los grandes, a pesar de que ya apenas nadie lee a los clásicos. La vanguardia está en los clásicos”. Hizo una mención especial a la última parte del libro de la antología palatina. La lectura del libro es una lectura metaliteraria –afirmó-

Tomás Hernández comenzó agradeciendo de un modo personal al público asistente su presencia y la lectura crítica que alguno de los presentes había hecho del libro antes de su publicación, entre ellos su compañera de vida Almudena, Pepa Merlo, Sixto Sánchez, Arcadio López-Casanova, Álvaro Salvador, Reinaldo Jiménez y al resto de asistentes.

José Ignacio invitó al poeta a explicar y leer el poema que dio título al libro. Hernández dijo al respecto estar en deuda con el filósofo Steiner que decía que en un siglo nacen unas pocas personas que generan pensamiento y con Irene Vallejo, que entre líneas, hablaba del cansancio del copista.

Toda sacralización es perversa, afirmó Tomas, recordando una entrevista que le había realizado el poeta Javier Gilabert, presente también en el acto. “Hay que mimar al lector, que pudiendo leer las grandes cosas que se han escrito en la vida,  sin embargo va a dedicar unas horas, una tarde, a leer tus cosas. Ese tiempo sí hay que sacralizarlo, ya que te está dedicando lo más valioso: su tiempo”.

Tomás, refirió que en una “tarde de lluvia y Cardhu” con el presentador había comentado la importancia de la gran mirada de los artistas, que ven en lo mínimo la grandeza.

La poesía de Tomás Hernández Molina (Alcalá la Real, 1946) es una revelación, una suerte de camino iniciático por donde transitar para llegar al más hondo significado de su quehacer poético. Esta nueva obra suya, viene avalada por el XXVI Premio Internacional de Poesía “Antonio Machado en Baeza”. Hernández cuenta además con un gran número de obras mayoritariamente poéticas publicadas en varias firmas editoriales, ostentando, entre otros, los premios Ciudad de Zaragoza, Manuel Alcántara, Jaén, Antonio Oliver Belmás, Ciudad de Pamplona, Ciudad de Salamanca y el del aguilarense y recordado Vicente Núñez.

Las páginas de este libro son un todo de conocimiento, de fuerza expresiva que comunica con el lector hasta sus raíces poéticas consiguiendo germinar imágenes ora filosóficas, ora místicas y ante todo, de respuesta a las grandes preguntas y respuestas que el poeta parece hacerse y responderse.

Estamos ante un poeta legítimo, como diría Álvaro Salvador. La senda poética de Hernández es amplia y se manifiesta en el polvo, en la tierra misma de cada palabra, como un pensamiento que no renuncia al rigor de la reflexión, de la filosofía, pero, sobre todo, al de la más pura poesía. “En soledad se aprende y necesita / la desnudez del viento, la extrañeza, / que es en tu boca música / y sólo a ti te habla en su secreto aire”.

Nada parece arbitrario sino arduamente trabajado para producir el goce de su propia belleza, que se adentra en el espejo de la razón y de la estética hernandiana, pero también en el del corazón y de la comprensión del ser, “Pero, en verdad, ahí sucede todo, / el espacio minúsculo que ocupa el ser humano, / cuando aún no es la nada, pero ya está en nosotros”.

Son poemas que te rozan, que te impregnan, indagan entre nuestros anhelos, nuestras dolencias, nuestra percepción ética y desmontan por momentos nuestros sentires. Tomás desciende al abismo de la palabra para hacerla resurgir de sus cenizas con la poderosa fuerza creadora del poeta que es. Él es consciente de que la poesía es el más alto peldaño del conocimiento. Tomás Hernández no va hacia la poesía; viene de ella, trayendo entre sus brazos un próvido ramo de flores silvestres que esparce milimétricamente ante nuestra mirada absorta en ese inmenso jardín de belleza que constituyen las páginas de “El esfuerzo del copista”. Acaso una de las más generosas funciones de la poesía sea repartir esa inteligencia sustancial armónicamente  por medio del lúcido esplendor de las palabras y que ese reparto sea generador de magnificencia, de sentimientos, de nuevos pensamientos, que nos acerquen un poco más hacia la luz, a la razón, de la que tan necesitada anda este viejo mundo.

Los versos de Tomás Hernández impactan de súbito. No es la poesía del dolor, ni la de la desheredad; es la poesía del saber destilada gota a gota, que genera la pasión, la de la esencia del ser humano; aquello que queda después del yo. Poesía pues reflexiva de un modo radical que establece sus pautas, sus tiempos, sus ritmos para tratar de encontrar el centro de su propia identidad. “Transparentan las ramas de los pinos / el oro de la lluvia, como una estrella nueva / que empezara a nacer y se estremece. / Altar de luz fue el árbol / y bailamos desnudos a los pies de los dioses”.

A Tomás le ocurre como a los pintores que crean un estilo propio; se reconoce su obra sin necesidad de ver la rúbrica del autor. La firma de Hernández sostiene en el abismo a la palabra. Palabra, como ya hemos dicho, germinadora, sustancial, operante. Ya la contraportada nos advierte que “El esfuerzo del copista” desarrolla una idea de George Steiner y es un homenaje a todos los que con sus obras nos enseñaron a pensar”.

Por la savia arriba del poemario van creciendo ramas, flores, frutos. Pero hay un tronco común que va repartiendo por las entrañas del poema, la generosa sapiencia del autor, su verdadera esencia de ser que transita el mundo para hacerlo, hacerse mejor. “Que había un dios soberbio y compasivo / y que sería la eternidad la sola /admiración de la belleza de su rostro / y en esa luz cegado jamás vendrá la muerte”.

Es en la profundidad de la poesía donde se halla el amor, encontrado en el centro de las palabras, en su palpitar acompasado, hecho música, manifestación de la pureza, de la divinidad. “Aún persigue mis sueños la nostalgia / de su sombra y sus manos; por la aurora juro / que no entonarás más esta canción amarga”.

En una relectura del poemario advertimos la necesidad del poeta del encuentro con “el otro”, de unión con ese “otro” y con el universo; ese universo envolvente configurado como experiencia propia amorosa y mística, entendida esta como evolución personal del hombre que habita al poeta para volverse al fin, ceniza, silencio. “Empapadas en vino mis cenizas / a la tierra devuelve lo que es suyo, / en un campo de vides, a la sombra / sagrada del olivo” pues él sabe “Vivir en el mirar más sosegado / y ser en la mirada esencia y fin, / el nacer de los días, la despedida, / el dulce recogerse hacia la nada / y ser, en la costumbre, otro silencio”.


Desventura, la gran aventura de Karly Gaitan Morales


Por José luis ortiz


 

Reseña sobre el libro Desventura

 

 

Un Martes Santo de 1931 un terremoto devastó Managua, capital de Nicaragua, y fue entonces cuando Anastasio Somoza García implantó la dinastía más larga en la historia de América Latina, que terminó en 1979 con el derrocamiento a Anastasio Somoza Debayle por la Revolución Popular Sandinista y asesinado en el exilio. Si bien la escritora nació en el 1980, la historia está ambientada en el contexto, en un momento histórico de su época final, e inicia en una tenebrosa noche de junio de 1978 con un asesinato atroz. Esta obra sirve como calidoscopio de esa época y este thriller logra desnudar un momento que hizo historia, exponiendo esa realidad a través de los ojos de hombres y mujeres que, aparte de vivir sus dramas cotidianos, se encontraron con hilos de ruptura de sus existencias rasgando a lo largo de sus páginas el tiempo, divorciando el pasado del presente, y el presente del futuro. Esta es la historia de un feminicidio y de un caso (y su expediente forense y policial) que se vuelven protagonistas en la novela. Karly logra, con esta magnífica obra que hurgando en la desventura de su protagonista, escribir un relato que describe con una cantidad de detalles la vida y muerte de esta mujer que perece en manos desconocidas, con un crimen que a todas luces y desde el principio parece que quedará sin resolver. Un relato ágil, un valiente viaje a las almas traumatizadas. En definitiva, es un placer ver como una escritora inteligente divertirse de una forma excepcionalmente magistral y emocionante que te atrapa. Sorprendente, divertida, cautivadora y emocionante. La autora le reserva al lector un giro inesperado después de jugar con su imaginación al presentarle varios posibles culpables. El as bajo la manga que se conserva hasta un punto de la novela cautivará al entretenido receptor que hasta el momento no lo tendrá fácil en la misión de atrapar al asesino antes de que se termine de leer la obra. Karly logra con esta obra romper como novelista desde el clásico punto de vista de una narradora omnisciente y logra que abunden los puntos de vista distintos, incluso los tiempos verbales diferentes en diferentes partes del texto y, por lo tanto, el sentimiento de incertidumbre en algunos momentos. Las voces de los personajes usan la técnica de la intervención directa, por lo que, de forma magistral, la novela logra no tener un solo guion que abre una conversación en sus 256 páginas. Esta obra que en un principio uno controla a su antojo parece provocar a veces más preguntas que respuestas, un inevitable signo de madurez en cualquier escritor y que ha experimentado la emoción de la vida. A la pregunta de cómo se siente ante el nacimiento de esta obra, Karly no ha confirmado: “Es una historia basada en un hecho real y mi reto principal no fue escribir e hilvanar una historia, eso no era la dificultad, sino cómo alejarla lo más posible de la historia verdadera y preparar un libro que siento que he escrito al estilo de un guion de cine, con personajes que salen y entran de escena de formas envolventes y con cambios de cámara, de voces, de tiempos de una línea a otra o a veces todo eso ocurre en una misma línea” y a la pregunta que ha supuesto para su trayectoria como escritora nos ha respondido: “Es una novela que quise escribir en 1998 cuando tenía 18 años de edad, entonces escribía profusamente y en el año 2000 tenía ya finalizadas tres novelas de extensiones promedio. En ese momento me gustaba más una a la que titulé Querubines al amanecer, también una novela negra, que envié a concursos internacionales, pero obvio que no gané nada. Sigue inédita. Pero era más apasionante está publicada ahora por ser tomada de un episodio de la vida real. El hecho de mentirle al lector y desvirtuar en la literatura una serie de hechos reales me pareció más emocionante que escribir un libro que todo fuese inventado, como esa otra novela que te mencioné”. Una historia que nadie debe perderse.